Post-Ingesta
Digestión y absorción
La
digestión es un proceso que consiste en la descomposición de los alimentos que
ingerimos hasta unidades más pequeñas que pueden ser absorbidas para, de esta
forma, ser asimiladas por nuestro organismo.
El
primer paso de la digestión se lleva a cabo en la boca, gracias a unas enzimas
que se encuentran en la saliva que reciben el nombre de amilasas salivares o
ptialina. La amilasa rompe sólo enlace alfa (1à4), no las ramificaciones. Dichas enzimas son capaces de
romper las largas cadenas de almidón y convertirlas en unidades mucho más pequeñas.
Por ello, es recomendable masticar muy bien los alimentos, para que esta
primera digestión se realice de la manera correcta y no engullir como un pavo.
Cuando
el alimento triturado y parcialmente digerido por las enzimas salivares llega
al estómago, se detiene la digestión de los hidratos de carbono puesto que los
ácidos del mismo hacen que la enzima salivar se inactive temporalmente.
Es
en el duodeno cuando vuelve a actuar la amilasa, pero, en este caso, la segrega
el páncreas. Aquí se produce una degradación mayor que la producida en la boca,
pero no llegan a romperse todos los enlaces. Es en el resto del intestino
delgado donde, finalmente, el alimento ingerido quedará convertido en moléculas
de glucosa que pasarán a la sangre y de allí al hígado y músculos donde, como
vimos anteriormente, se almacenarán en forma de glucógeno, si no se necesita en
ese momento utilizarla como tal.
Índice glucémico
Como
se ha comentado anteriormente, hay alimentos cuyos carbohidratos se absorben a
una velocidad mayor que otros, y por lo tanto provocan mayores aumentos en los
niveles de glucosa sanguínea.
Para
distinguir estas diferencias en las velocidades de absorción, se utiliza el
llamado índice glucémico de un alimento, que compara la variación de los niveles
de glucosa en sangre tras la ingestión de 50 gramos de glucosa pura, con la
glucemia obtenida utilizando la misma cantidad de otros alimentos ricos en
carbohidratos (cereales, patatas, legumbres, etc.).
Se
dice que el índice glucémico de un alimento es 100 si la variación de los
niveles de glucosa en sangre son los mismos que los que se obtienen tras la
administración de 50 gramos de glucosa pura.
Esto
quiere decir que hay alimentos cuyos hidratos de carbono se absorben antes, y
provocan de este modo aumentos más elevados en la concentración de glucosa en
sangre, por lo tanto, como para metabolizar la glucosa es necesaria la
insulina, también provocan “descargas” de insulina mayores. Estos alimentos no
son adecuados para los diabéticos (personas con muy baja o ninguna respuesta
insulínica) ni para la alimentación anterior a una competición o entrenamiento
intenso, en cambio sí son los adecuados para reponer los niveles de glucógeno
muscular y hepático más rápidamente después de ese entrenamiento o competición.
Metabolismo de los hidratos de carbono
Durante
los trabajos físicos intensos, como la práctica deportiva, los hidratos de
carbono constituyen la mayor fuente de energía para el organismo, a la vez que
también es la de más fácil y rápida obtención.
Esto
es así porque los hidratos de carbono son las sustancias que más energía
proporcionan por unidad de tiempo. Por ello, si para realizar una determinada
actividad física se necesita un aporte elevado de energía en cada instante,
nuestro organismo recurre siempre a la utilización de la glucosa almacenada en
nuestro cuerpo en forma de glucógeno. Cuando las reservas de glucógeno se
agotan, la energía obtenida por otras sustancias, como por ejemplo las grasas,
no permite intensidades de esfuerzo tan elevadas, porque su “potencia” calórica
por unidad de tiempo es menor.
La
mayor parte de las células que forman los tejidos son capaces de utilizar
muchas sustancias como fuente de energía, pero, sin embargo, los glóbulos rojos
y las células del sistema nervioso (responsables en parte de la actividad
cerebral) utilizan glucosa y les cuesta mucho tiempo adaptarse para poder
utilizar otras sustancias. Por ello necesitamos disponer siempre de una reserva
glucídica.
La
Organización Mundial de la Salud recomienda que el 55-60% de la energía
calórica total que nos suministran los alimentos diariamente sea en forma de
hidratos de carbono, preferiblemente complejos (polisacáridos). Los azúcares simples
no deberían suponer más del 5%.
La
glucosa tiene también otros destinos:
Ø
Ser
transformada en piruvato, a través de la ruta metabólica conocida como
glucólisis. Este metabolito es el sustrato fundamental que interviene en la
obtención de energía por las principales rutas.
Ø
Ser
convertida a pentosas, a través de la vía denominada ruta de las pentosas,
fosfato necesario para la generación de NADPH, coenzima que se utiliza en la
biosíntesis de ácidos grasos y esteroides, y la formación de ribosa 5 fosfato,
carbohidrato necesario para la síntesis de nucleótidos para la formación de
ADN.
Ø
Ser
almacenada como glucógeno en hígado y músculos.
Glucólisis
La
glucólisis es una ruta metabólica formada por 10 reacciones enzimáticas, en la
que una molécula de glucosa se transforma en dos moléculas de tres átomos de carbono
llamado ácido pirúvico. En el proceso se invierte y se genera energía. El rendimiento
energético final de la glucólisis es de 2 ATP puesto que se necesita gastar 2
ATP en las etapas iniciales para poner en marcha el proceso, pero en las
finales se generan 4. El ATP (adenosin trifosfato) es la unidad biológica
universal de energía ya que, al romperse, es la molécula que libera más energía.
Una
vez tenemos ácido pirúvico o piruvato éste puede seguir dos rutas ya se
encuentre en presencia o “ausencia” de oxígeno.
Cuando
el suministro de oxígeno es abundante y los músculos no están trabajando
intensamente, las células utilizan el piruvato de manera aeróbica, es decir, en
presencia de oxígeno.
En
esta situación el piruvato pasa al interior de la mitocondria donde una serie
de reacciones hacen posible la transformación en AcetilCoA, que es e iniciador
del ciclo de Krebs. Este ciclo es un compendio de reacciones por las que el
Acetil- CoA en CO2 + H2O y poder reductor, estos dos últimos expulsados a la
atmósfera por la espiración. Las unidades energéticas producidas son de varios
tipos:
Ø
ATP,
energía de utilización directa, no tiene que sufrir cambios para poder ser
utilizada como energía.
Ø
NADH y
FADH, moléculas que ceden electrones a una cadena de transportadores
electrónicos cuyo aceptor final es el oxígeno, por eso se denomina metabolismo
aeróbico. Esta cadena se utiliza para formar ATP.
Como
conclusión, podríamos decir que el rendimiento energético neto de una molécula
de glucosa degradada completamente por la ruta aeróbica se resume en la
siguiente fórmula:
C6H12O6 +
6 O2 —>> 6 CO2 + 6 H2O + 36 ATP
Es
un balance energético muy alto ya que la eficiencia de la maquinaria de producción
de energía es de un 40%, el resto se disipa en forma de calor.
Cuando
las células tienen un ritmo de trabajo elevado requieren alta cantidad de
energía y carecen del oxígeno suficiente para seguir un metabolismo aeróbico,
la necesidad de energía es mucho mayor y se recurre a la fermentación homoláctica,
conocida como glucólisis anaeróbica, llevada a cabo en el citoplasma
En
este caso, las moléculas de piruvato no se dirigen a la cadena respiratoria
puesto que no hay oxígeno, sigue una ruta alternativa: transformar el piruvato en
ácido láctico. No es la forma más energética, ya que únicamente rinde 2 ATP por
molécula de glucosa metabolizada. Además, disminuye el pH del músculo (aumenta
la acidez), afectando de esta manera a la capacidad de contracción de las
fibras musculares, pero es una buena forma de obtener energía de manera rápida.
Podríamos
resumir la glucólisis anaeróbica mediante la siguiente reacción:
C6H12O6 —>> 2 Ácido láctico + 2 ATP
El
ácido láctico producido se disocia totalmente, originando lactato y H+, que
debe ser tamponado en las células musculares por el sistema amortiguador más
importante, el bicarbonato. Como consecuencia de ello se incrementará la
producción de CO2 por la célula muscular durante el ejercicio intenso.
Una
correcta planificación del entrenamiento mejora el sistema de tamponamiento y,
por lo tanto, permite aumentar la duración del ejercicio intenso.
El
ácido láctico ha de ser reconvertido en piruvato y para ello requiere de
oxígeno, por eso después del ejercicio se sigue respirando con una frecuencia
elevada. Aumenta la concentración de oxígeno en sangre. La demanda de ATP por
unidad de tiempo ha disminuido y el ácido láctico se convierte en ácido
pirúvico de nuevo.